Tiene muchas cosas que decirle. Lleva años escribiendo frases para ella,
pero cada vez que se sienta a escribir la carta, la tinta se vuelve
voraz como un vórtice que todo lo traga.
El papel, sin embargo,
rechaza las ideas, es visceral. Y ante tanto obstáculo, las palabras
detienen su curso, se acumulan, hacen charcos primero y más tarde valles
inundados de letras huérfanas de mensaje.
El silencio que él guarda es un nudo de sonidos, es voz anegada y contenida.
Y al alcance de su mano, la hoja, como una orilla que promete el
descanso pero que devuelve cada sílaba a la corriente que la trajo.
María Fraile
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