martes, 3 de febrero de 2015

LA HORA

   Todos los días, los abuelos esperan en silencio sentados a la puerta de la casa a que den las dos. El hambre llega siempre a tiempo, puntual como un huésped de buenas costumbres. El reloj respira al mismo ritmo que los dos viejos -tictactictactictac- y cuando da la hora, los ancianos se levantan, confirman que las manecillas están bien en su sitio y cambian el asiento de la entrada por el del pequeño comedor.
Hoy son las dos pasadas y la escena inmóvil observa el reloj. Las agujas paradas a las dos, esperan a los abuelos para dar la hora.

María Fraile

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